La rogativa por pandemia de 1918
Durante los años de 1918 y 1920, la Gripe Española desarrolló una pandemia a nivel mundial, considerada como una de las más devastadoras de la historia. Curiosamente, el nombre de esta enfermedad se debe a que sería nuestro país el que realizó la divulgación del particular problema. En España, las cifras alcanzaron cotas vertiginosas llegando a los ocho millones de personas afectadas y 300.000 fallecidos. En estas desconsoladoras cifras influyeron numerosos factores, entre otros, la ausencia de eficaces protocolos sanitarios e higiénicos. Esas máscaras de tela y gasa, que en la actualidad están lamentablemente tan demandadas, ya habían comenzado a utilizarse, aunque su efectividad fuera del todo nula.
En Murcia, llegado el mes de octubre de aquel 1918, las autoridades políticas y sanitarias se vieron completamente desbordadas, los contagios y defunciones iban en aumento desde hacía ya más de dos meses. En la sesión ordinaria del Ayuntamiento de la ciudad correspondiente al día 18 del mes citado, tras numerosas valoraciones expuestas por los distintos concejales presentes sobre la gravedad de la situación, “a petición del señor Soler se acuerda traer en rogativa a la Virgen de la Fuensanta”1.
Aunque la celebración de estas rogativas eran competencia del Cabildo catedralicio, lo habitual era una petición previa por parte del Concejo o Corporación Municipal. La venerada imagen de la Patrona de Murcia fue trasladada a la Santa Iglesia Catedral de manera privativa en el automóvil del senador vitalicio don Isidoro de la Cierva, con probabilidad fue el día 20 de octubre de 1918, ya que, al día siguiente, esta noticia era recogida en el diario El Liberal.
El orden antiguo de estas rogativas consistía en una sesión matutina con las denominadas “Siete Misas de gozos”, y por las tardes se cantaban las Letanías de la Virgen con las preces correspondientes a la intención de las súplicas y procesión claustral. En otras ocasiones se disponía una “novena regular de Misas de rogativas, con las preces correspondientes”. Si la gracia no era alcanzada, se solían repetir las misas y deprecaciones2. Estas rogativas han sido muy numerosas a lo largo de la historia, incluso con otras imágenes marianas como la Virgen de la Arrixaca, o la Virgen de los Remedios, incorporado también en numerosas ocasiones la de Nuestro Padre Jesús Nazareno.
Con el paso de las semanas la terrible pandemia de gripe fue remitiendo en todo el territorio nacional. Así, el domingo 8 de diciembre de 1918 se celebró un Te Deum en la Santa Iglesia Catedral, y esa misma tarde, una solemne procesión con la imagen de la Patrona que recorrió las céntricas calles de la ciudad de Murcia como muestra de gratitud por su divina intersección3.
La Virgen de la Fuensanta sería trasladada de vuelta a su Santuario el martes día 17 de diciembre, tras dos meses de estancia, entre rogativas, súplicas y oraciones en la Santa Iglesia Catedral de Murcia. Aquella rogativa, la de 1918, seria la última que, atendiendo a razones sanitarias, se le encomendó a la venerada imagen de la Fuensanta.
Poco más de un siglo después, la situación de pandemia, aunque nos parezca mentira, es, salvando las distancias, de similares características, con la ventaja ahora de que los avances sanitarios han sido exponencialmente multiplicados y las cifras de incidencia deben de ser muy inferiores.
En cuestiones de fe la ciencia no hay nada que pueda hacer. La imagen de la Virgen de Fuensanta se encuentra ahora en la Santa Iglesia Catedral para celebrar el aniversario de su coronación canónica. Se dan, en mi opinión, todos los condicionantes para solicitar esas antiquísimas rogativas que hace muchas décadas se dejaron de realizar, aunque esta vez hubieran de celebrarse por los canónigos con un carácter privado, al igual que las Eucaristías. Quizá, y porqué no, sea este un buen momento para intentar recuperar un pequeña parte de nuestra fe, y una muy grande de nuestra tradición y nuestra historia. O viceversa.
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