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José Martínez Tornel

En la Ermita de Patiño, en pleno corazón de la huerta, nació en septiembre de 1845 un hombre bondadoso, que destacó por su amor a Murcia y su entrega por los más desfavorecidos: el ilustre poeta, escritor y periodista D. José Martínez Tornel.

Con tan solo 17 años, comenzó su idilio con las letras al publicar en el periódico La Paz unas décimas dedicadas a la muerte del Duque de Rivas. Inició los estudios de Teología y Humanidades en el seminario de San Fulgencio, aunque los abandonó en favor de trasladarse a Madrid para iniciarse en el Derecho, pero una enfermedad le obligó a regresar a Murcia sin poder terminar la carrera. La culminación de sus estudios no se produciría hasta el año 1896 en la Universidad de Valencia.

Tras la revolución de 1868 y el consiguiente cambio de régimen, surgieron numerosas iniciativas periodísticas en todo el país. Favorecidos por este hecho, pocos años después, en 1871, Martínez Tornel y su amigo Andrés Baquero Almansa, entre otros, fundaron en Murcia la revista La ilustración murciana. En 1872, el diario El Noticiero de Murcia le remitió una oferta para trabajar, dando así sus primeros pasos como redactor de un periódico. El éxito llegó de inmediato, ya que en 1876, Rafael Almazán, director de diario La Paz, el más importante de la ciudad en aquellos años, lo incorporó a su redacción.
No olvidó entre tanto su afición por la poesía. En 1874 obtuvo un premio por el poema en lengua panocha “El Busano de la sea”.

También recibió otro encargo trascendental para la historia de la ciudad de Murcia, fue nombrado el 2 de junio de 1876 auxiliar de secretaría en el Archivo Municipal. Dedicó todo su empeño a reorganizar aquel abandonado Archivo, y tal fue la importancia que dio a esta empresa, que ordenó a sus herederos, que tras su muerte, unas décadas más tarde, hicieran llegar al archivo todos los ejemplares conservados del Diario de Murcia. De igual manera, intercedió con los familiares de Rafael Almazán para recopilar todos los números conservados del diario La Paz. Recopiló, editó y publicó también literatura popular y costumbrista, como El ventorrillo, Romances populares murcianos y Costumbre murcianas. 

Aunque sin duda, uno de los logros más importantes de este pequeño gran hombre. fue fundar aquel entrañable Diario de Murcia. Para ello compró una pequeña prensa y una vieja imprenta que se encontraba situada en la calle de San Nicolás. El 15 de febrero de 1879 publicó su primer número con el que empezó a conquistar a los lectores murcianos. A diferencia del resto de periódicos, el Diario de Murcia se ocupaba exclusivamente de noticias de la sociedad murciana. Quizá dos hechos trágicos acontecidos en nuestra ciudad, y la forma en que fueron tratados por José Martínez Tornel a través de su periódico, fomentaron ese éxito: la trágica riada de Santa Teresa en octubre de 1879 y la epidemia de cólera en junio de 1885. 

En 1887 editó su Guía de Murcia, una año después La Ciudad de Murcia en la Edad Media, y en 1889 el Catálogo de Esculturas de Roque López. Compaginó su trabajo de director del Diario de Murcia con otras publicaciones anuales como el Bazar murciano, o una suscripción popular a favor de los más desfavorecidos cada 19 de marzo, día de su onomástica. La historia del Diario de Murcia finalizó del 10 de mayo de 1903, pero José Martínez Tornel continuó su labor periodística en el diario El Liberal. En 1906 fue elegido para presidir la Asociación de la Prensa de Murcia de manera efímera, ya que fue disuelta una en pocos días, hasta que en 1913, volvió a reactivarse con Martínez Tornel a la cabeza.

Cumplidos ya los 70 años, el 19 de marzo de 1916, realizó aquella tradicional recolecta en favor de aquellas pobres gentes, pero pocos días después, el día 7 de mayo, escribió el que sería su último artículo en periódico El Liberal, y el 11 de mayo de aquel año, falleció este vecino ilustre de nuestra ciudad, que enarboló tan alto la bandera de Murcia, de su historia y de la generosidad de sus gentes.

Etiquetas: ilustres historia

Murcia me gusta. Ciudad clara de colores calientes, de piedras tostadas, color de cacahuete tostado. Y notas deliciosas de luz, las calles estrechas y sin aceras, las “veredicas del cielo”, las tiendas de los artesanos, el esparto y la cuerda. Y ahora en el crepúsculo, una luz maravillosa.

Jorge Guillen

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