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El Templo y el Colegio de San Esteban

El origen de este conjunto monumental realizado en el siglo XVI, que a día de hoy es sede de la Presidencia de la Comunidad Autónoma de la Región Murcia, se debe al profundo empeño del obispo Esteban Fernández de Almeyda, que lo fue de la Diócesis de Cartagena entre 1546 y 1563, año en el que falleció. Este destacado miembro eclesiástico, vinculado a la Casa Real Portuguesa, trató de conseguir el establecimiento en Murcia de un colegio de la Compañía de Jesús para reforzar la evangelización de la sociedad murciana. El negociado del obispo Esteban con San Ignacio de Loyola, fundador de los Jesuitas, llegó a buen fin, y en 1555 dieron comienzo las obras, las cuales se extenderían hasta la finalización de la iglesia en el año 1570.

San Esteban El Colegio de la Compañía, que así era conocido, se estableció extramuros de aquella Murcia, junto a la iglesia de San Miguel, muy cerca de la que se llamó Puerta de los Porceles, en un huerto que el obispo cedió de su propiedad. En cuanto a su ejecución, podemos apuntar que la traza inicial se atribuye a Jerónimo Quijano, que por aquellas fechas se encontraba trabajando en la Catedral, aunque la presencia de ciertos rasgos y formas ornamentales, hacen que el nombre de su aparejador Juan Rodríguez, obtenga también una destacada intervención. Uno de esos matices está presente en el patio principal de entrada, lugar donde al parecer dieron comienzo las obras, y en el que las columnas, aparentemente ligeras, pierden ese carácter tectónico, de manera parecida a otras construcciones de las localidades de Úbeda o Baeza, lugar éste último donde se formó Juan Rodríguez. También aparecen unidos a las obras del Colegio de San Esteban, los nombres de los canteros que trabajaban en la ejecución de la Torre de la Catedral, como Bartolomé Carmona, o Pedro Rexil. El edificio del Colegio está compuesto por dos claustros unidos entre sí, que hacían de distribuidor para las aulas. Entre éstos dos patios se encuentra situada la escalera que une las plantas de la edificación. Existió primitivamente un pasillo que partía desde el claustro de entrada comunicando directamente el Colegio con el templo, el cual se encuentra adosado por su pie.

Referente a la Iglesia de San Esteban aún podemos destacar su portada, un arco triunfal flanqueado con dos pares de columnas entre las que se encuentran las imágenes de San Lucas y Santa Catalina. En ésta obra, aunque más pobre en cuanto al ornamento, se aprecian ciertos vínculos con la de la antesacristía de la Catedral. En una fecha más tardía, se completó la portada con las esculturas de San Esteban, en el centro, y la de San Francisco de Borja y de San Ignacio de Loyola a los lados. El templo presenta una nave única y armónica, con pilastras de orden gigante, capillas laterales y coro a los pies. De su interior destaca principalmente, el retablo de la Capilla Mayor, uno de los monumentos renacentistas más importantes de Murcia, no solo por su diseño arquitectónico, sino por ser una de las pocas piezas de ese tipo ejecutadas en piedra. Los autores del dorado y policromado de éste retablo mayor, fueron Jerónimo Espinosa y Jerónimo de la Lanza. En cuanto a la ornamentación del interior del templo debemos destacar que contó con la participación de autores de la talla de Juan de Orea, el jesuita Domingo Beltrán, autor del Cristo de la Misericordia, y el propio Nicolás de Bussy, que talló para los Jesuitas la imágenes de San Francisco de Borja y San Francisco Javier. También formaba parte de esta iglesia otra joya del arte funerario, el sepulcro de mármol labrado por Bartolomé de Lugano, que sirvió como última morada del obispo Esteban de Almeyda.

Terminadas las obras del Colegio de San Esteban, uno de los primeros de la Compañía de Jesús, muy pronto se convertiría en un lugar de referencia para las inquietudes, no solo religiosas, sino también científicas y humanísticas. Esa era la intención de su fundador, el cual, tras su fallecimiento, había donado para el fondo de la biblioteca toda su colección particular. Con el paso del tiempo, se llegaron a impartir estudios de gramática, filosofía, teología, escolástica moral y escritura. Durante dos siglos se convirtió en la fuente del saber en la que se formaron la mayor parte de los hombres de letras de esta zona. Murcianos ilustres como el Licenciado Francisco Cascales, o el mismísimo Francisco Salzillo Alcaráz se formaron en el Colegio de la Compañía, el cual contó también con rectores de gran preparación, como Juan Bautista de Barma, Manuel López, Pedro Domenech, o Luis de Palma, entre otros. Así fue la vida de este ilustre Colegio de la Compañía hasta el mes de abril de 1767, fecha en la que el gobierno de Carlos III ordenó expulsar de España a la Compañía de Jesús, y que ésta continuó su desdicha en 1773 cuando el Papa Clemente XIV ordenó suprimirla. La Orden Jesuita desapareció hasta que en 1814 fue restablecida por Pío VII.

Tras el desahucio obligado para la Compañía de Jesús, el inmueble, quedó convertido desde 1770, por imperativo real, en la Casa de Misericordia. En 1931, el edificio fue declarado Monumento Histórico Nacional, en donde se instaló el Museo del Traje Folklórico, convertido antes en la “Casa del Niño”, y en “Casa de José Antonio” unos años después. El edificio había quedado en un estado de gran deterioro entrada la década de los 70, en la que muy cerca estuvo de ser declarado en ruina, y por tanto demolido. Fue en 1984, cuando afortunadamente, se tomó la decisión de convertirlo en la sede de la Presidencia de la Región de Murcia, y sufrió una notable restauración.

Respecto a la Iglesia de San Esteban, aún queda una herida profunda que debe ser sanada cuanto antes. El enorme abandono de sus retablos y obras de arte todavía no ha quedado resuelto. El templo desacralizado, que sirvió durante años como sede para exposiciones, en la actualidad permanece cerrado. En el año 2002, se realizó la restauración del retablo de la Capilla Mayor, así como el de San Ignacio de Loyola, y desde entonces, poco o nada ha trascendido de los trabajos de restauración que se plantearon en aquella fecha. Esperemos mientras tanto, que llegue el día en que Murcia y sus visitantes, puedan volver a disfrutar de este histórico patrimonio del siglo XVI que, lamentablemente, permanece oculto.

Etiquetas: arquitectura historia

Murcia me gusta. Ciudad clara de colores calientes, de piedras tostadas, color de cacahuete tostado. Y notas deliciosas de luz, las calles estrechas y sin aceras, las “veredicas del cielo”, las tiendas de los artesanos, el esparto y la cuerda. Y ahora en el crepúsculo, una luz maravillosa.

Jorge Guillen

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