La Dolorosa
Fue en 1756 cuando Francisco Salzillo Alcaraz, hombre de fe además de sublime escultor, volvió a realizar un "milagro". La Real y Muy Ilustre Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno, había decidido entonces reemplazar la imagen de La Soledad, que desde el año 1601, procesionaba en Murcia cada Viernes Santo.
Tras el éxito de la ejecución en años anteriores de los grupos escultóricos de La Caída y La Oración en el Huerto, Salzillo volvió a alcanzar la Gloria con la creación de la divina imagen de La Dolorosa. Apenas un rostro, manos y pies, sirvieron para cautivar eternamente a Murcia y sus gentes. Salzillo descubrió la expresión del dolor más descarnado y humano al mismo tiempo, el cual se encuentra tallado en la faz de esta Madre de Cristo.
Cuenta una de las muchas leyendas que giran en torno a esta imagen, que Salzillo, para encontrar tal semblante, fingió la pérdida de un hijo que se encontraba enfermo, cuya noticia transmitió a su esposa Isabel. Sea como fuere, esta imagen de vestir de 1,65 metros, aparece mucho más cerca de lo divino y espiritual, que de lo humano o terrenal.
Para colmar la obra, Salzillo talló cuatro angelotes, que bien pudieran haber salido de un lienzo de Murillo, los cuales acompañan a la Madre de Dios hecho hombre. La Cofradía pagó por la realización de esta obra, 675 reales de vellón por la cabeza manos y pies de la Virgen Dolorosa, y 1.310 por los cuatro ángeles.
Hubieron de transcurrir 250 años desde su creación, para que el 22 de octubre de 2006, fruto de la devoción del pueblo de Murcia a esta imagen, se celebrara en la plaza del Cardenal Belluga, la Coronación Canónica de la Virgen Dolorosa.
Y por fin; ¡La Dolorosa!
Entre apretones de llanto.
Lo más grande de Salzillo,
lo mayor del arte humano.
¡Oh divina concepción
del más sublime milagro!
Todo un vuelco de amargura,
fortaleza al mismo grado;
con sus manos extendidas
compasiones implorando.
Tiemblan los aires al verla,
los ángeles caen pasmados,
se han apagado los pechos,
los ojos paralizados,
no aciertan a producir
palabra alguna los labios
y la brisa trae en volandas
la voz de Dios ordenando
al sol: ¡Sal a envolver
a mi Madre con tus rayos!
(Poema de Jesús García Aldeguer)
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