El Puente Viejo
    Viejo Puente del Segura, 
mirador digno de Fátima,
fingido adarve en que rondan
las descendencias arábigas;
¿por qué en tu obsequio no vibran, 
al compás de la guitarra, 
de las musas populares 
las cadenciosas estancias?
La Torre bendita ha dado 
inspiraciones gallardas; 
ricos trovadores tuvo
el Malecón con sus palmas 
y sus arriates floridos 
y sus bosques de naranjas; 
mas ante tí, Viejo Puente, 
la musa del pueblo calla, 
porque eres humilde y grave 
y ella olvidadiza y varia.
Viejo Puente del Segura, 
avivador de nostalgias, 
para tí pido clemencias
á mi musa solitaria, 
pues quiero en viejo romance 
cantar tus glorias preclaras. 
Sobre tí vierte el proscrito
el acíbar de sus lágrimas 
al dejar los brazos cálidos 
que acariciaron su infancia, 
y sobre tí, en el retorno
de sus ausencias amargas, 
como en el pórtico augusto 
de la dicha y la esperanza, 
rostros y brazos oprime 
entre efusiones del alma.
Viejo Puente del Segura, 
á quien no abaten ni cansan 
el peso de tus dos siglos
ni el furor de cien riadas,
tú ofreces trono à la Virgen 
que de los Peligros salva 
y alegre paso de triunfo 
à la Patrona adorada.
Con tus anillos de piedra, 
como enamorado engarzas 
el Barrio, que es tu ante-pórtico, 
á la ciudad, que es tu gala,
y tienes dos ojos grandes
con dos grandes cataratas, 
que en vez de ponerte ciego 
están bailándote el agua.
No te conoce quien dude 
de tu resistencia brava
y levantó compasivo,
cual solitario fantasma,
el ancho carro de hierro (1) 
que frente á tus ojos campa. 
¡Por él el olvido cruza,
por ti la alegría pasa!
De tus arcos seculares
bajo las bóvedas amplias
riza su linfa el Segura
y vierte en crenchas de plata 
por el azud, convertido
en susurrante cascada; 
mientras en el lomo airoso 
de tu fábrica bizarra, 
como una feria andaluza 
se desenvuelve, derrama, 
entrecruza, arremolina, 
esparce, junta ó desata 
del tráfago de la vida 
la bulliciosa algazara.
¡Cuántos codiciando gloria, 
cuántos en busca de fama 
viste partir, con bagaje 
de ilusiones en el alma,
que luego tornaron lacios 
ansiando tus brisas plácidas, 
como tornan las banderas 
vencidas y desgarradas!
Viejo Puente del Segura, 
mirador digno de Fátima, 
quién pudiera arrebatarte 
tus secretas remembranzas 
para exornar con recuerdos 
la tradición veneranda.
Tú me hablaras de proezas 
de las huestes voluntarias 
que á Cartagena acorrían 
y en Zaragoza triunfaban; 
tú me contaras costumbres 
de pura esencia huertana,
y rememorando cánticos
de zambras y serenatas,
de auroras de acento moro 
y rondas de madrugadas, 
como arrullo de odaliscas 
tu blando arrullo sonara.
Viejo Puente del Segura, 
minarete de sultana,
ya que en tu obsequio no vibran, 
al compás de la guitarra,
de las musas populares
las cadenciosas estancias,
llegue hasta tí de mis versos
la humilde y suave fragancia 
como hasta mí el sueño plácido 
de tus viejas añoranzas.
(1) El Puente Nuevo
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