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La Capilla de Junterón

Situada en la nave de la Epístola, la cuarta desde los pies, es una de las obras más importantes y llamativas de todo el conjunto catedralicio. Fue mandada construir en 1515 por Don Gil Rodríguez de Junterón, una de las personas más importantes que ha pasado por la Diócesis, tanto es así que ostentó el título de Arcediano de Lorca y el de Protonotario Apostólico del Papa Julio II, título que el propio Santo Padre le concedió.

Esto hizo que residiera en Roma durante la década de los 40 del S.XVI, en pleno Manierismo, donde confluían algunos de los artistas más importantes de la Historia del Arte como Vasari, Tiziano o Miguel Ángel, y donde vio y estudió a otros, fallecidos pocos años antes, como Leonardo o Rafael. A su regreso a Murcia fue nombrado fabriquero mayor de la catedral y fundó mayorazgos en diferentes zonas de la huerta murciana, pero lo más importante es que impulsó la construcción de su capilla funeraria, en la que volcó todos los conocimientos  adquiridos en Italia, lo que la convirtió en una de las más importantes obras del Renacimiento español, o “a la antigua” como se conocía por entonces.

Como en tantísimas otras obras de la catedral, no hay mucha información sobre el inicio de la construcción, lo que hizo que durante años se plantearan diferentes opciones. La primera, que está prácticamente descartada, apoya que Junterón trajera los planos de Italia; una segunda defiende la atribución de las trazas a Jacobo Florentino pero que las obras fueron dirigidas por Jerónimo Quijano; y una tercera, la más aceptada, que todo el trabajo sea obra de Quijano, opción respaldad por el hecho de que en el testamento del mecenas apareciese una cláusula por la que se ordenaba el pago de 100 ducados al escultor por el retablo. 

Jerónimo Quijano fue un arquitecto y escultor murciano, y maestro de obras en la catedral desde que sucediera a Jacobo Florentino y hasta su muerte, y ha pasado a la historia por obras maestras tanto en la Región como por los alrededores (Sacristía, Capilla de la Encarnación y segundo cuerpo de la Torre en la Catedral, Colegio de Santo Domingo en Orihuela, trabajos religiosos y/o civiles en Lorca, Cehegín, Cartagena, Orihuela, Chinchilla de Montearagón, Albacete...) Su arquitectura se caracteriza por la monumentalidad, la minuciosidad de los detalles, la clara influencia de los maestros italianos y por las riquísimas decoraciones, en las que solía incluir “grutescos”, tan típicos del manierismo italiano, pero que no encontramos tan a menudo en la arquitectura religiosa en España. Se desconoce la fecha exacta de la muerte de Jerónimo Quijano, pero lo que si sabemos es el lugar de su enterramiento. Su sepultura se encuentra en la nave del Evangelio de la Catedral de Murcia, concediéndole el Cabildo así el gran honor de ser el único civil que yace en suelo de la catedral sin ser en su propia capilla, y que no hace sino demostrar la gran importancia que tuvo en la historia del templo.

La Capilla de Junterón es, junto a la de los Vélez, la única a la que el Cabildo dio permiso para que sobresaliera del perímetro de la catedral, es por eso que tiene el doble de profundidad que el resto. Esta planta más espaciosa Quijano la estructura en dos espacios diferentes, el primero de carácter “público”, de planta rectangular y cúpula sobre pechinas y veneras, con un acceso a la cripta cerrado con una losa con la leyenda Aquí viene a parar la vida. El segundo espacio, privado, se encuentra elevado  y separado por balaustrada de mármol. Su planta ovalada hacía muy difícil su cubrición, pero lo resolvió, en palabras de la profesora Gutiérrez Cortinas,  con “el tipo venera, desplegada y vuelta sobre sí misma, hasta cerrar el espacio” una solución novedosa y personal a la que Alonso de Vandelvira dio el nombre de Bóveda de Murcia y así aparecerá en los tratados de arquitectura posteriores. En cuanto a la decoración de este espacio, sólo podríamos describirla como exquisita. En los muros y entre columnas salomónicas encontramos esculturas de las sibilas, de Isaías y de San Juan Bautista y en el altar y entre dos arcos de medio punto, un coro de ángeles y el maravilloso retablo de La Adoración de los pastores  que,  durante años y hasta que apareció la cláusula que comentábamos anteriormente, fue atribuido nada menos que a Sansovino. Pero si hay algo que llama la atención es la bóveda, cubierta por un cuidado cuasi horror vacui de grutescos, escudos, máscaras, armaduras, jarrones… 

Igualmente llamativa es el acceso desde la catedral. Si observamos la nave de la Epístola en seguida nos daremos cuenta que es una capilla diferente. Mientras que el resto se abren en apuntados arcos góticos, la de Junterón lo hace en un arco de medio punto muy ligero gracias a las columnas jónicas que los sustentan y que curiosamente no miran hacia el exterior si no la una a la otra, en el arco podemos leer Esta capilla mandó hacer Don Gil rodríguez de Junterón, Protonotario Apostólico y Arcediano en esta santa iglesia. Sobre éste aparece el escudo de armas del Papa y por dos veces el escudo de Junterón, bajo los cuales una lápida reza “DEIUNTERON.ES” (de Junterón es), esta leyenda, que también se encuentra en el exterior y que parece el primer dominio web de la historia, es el motivo por el cual erróneamente se le ha llamado Capilla de Junterones, llegando a aparecer en textos especializados e incluso en el callejero de Murcia. La fachada exterior se modula con pilastras que sujetan un friso con triglifos y metopas y un segundo con medallones con retratos y aves, destacando la venera central con el busto del Papa Julio II della Rovere y las dos magníficas gárgolas.

Por último reseñar que existe una cripta que recorre el subsuelo de la capilla y que está igualmente dividida en dos. En 1998, y gracias a las obras de restauración, se descubrió el sarcófago de Don Gil Rodríguez de Junterón, que quiso ser enterrado al igual que los papas y altos cargos de la Iglesia que conoció en Roma, para lo cual se trajo desde la ciudad eterna un sarcófago romano de mármol del S.II-III d.C, que puede disfrutarse en el museo catedralicio y del que hablaremos en otro artículo.

Etiquetas: catedral arquitectura historia

Murcia me gusta. Ciudad clara de colores calientes, de piedras tostadas, color de cacahuete tostado. Y notas deliciosas de luz, las calles estrechas y sin aceras, las “veredicas del cielo”, las tiendas de los artesanos, el esparto y la cuerda. Y ahora en el crepúsculo, una luz maravillosa.

Jorge Guillen

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