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El Bando de la Huerta

La fiesta más popular y multitudinaria de cuantas se celebran en la ciudad de Murcia tiene un nombre: El Bando de la Huerta. El primer martes después de Semana Santa, la huerta invade la ciudad para mostrar y perpetuar sus costumbres. El folclore, los oficios, los atuendos que determinaron a la incomparable huerta murciana, engalanan la Murcia urbana en un gran desfile caracterizado por esa generosidad perpetua del pueblo murciano.

Los orígenes de este singular festejo se remonta a la mitad del siglo XIX. En la vieja botica de la calle Vidrieros, en el barrio de San Antolín, un grupo de entusiastas festeros, entre los que se encontraban Miguel Rubio Arróniz, Juan Antonio Serrano, y Joaquín López, entre otros, decidieron organizar un desfile a modo de diversión, en donde se caricaturizaron las costumbres y los menesteres de las gentes de la huerta.

El desfile de aquellos años partía de mañana desde la plaza de toros de San Agustín, en el barrio de San Andrés, y aunque sus comienzos fueron impetuosos, fue perdiendo fuerza hasta que llegó a desaparecer.
Durante una década quedó huérfana Murcia de este festejo, hasta que el periodista Martínez Tornel, en colaboración con Joaquín López, consiguen recuperarlo. Su principal idea era filtrar los numerosos bandos panochos que se publicaban para tal festejo faltos de rigor en el dialecto murciano, y sobrados en cambio, de matices burdos y zafios. Aunque poco duró esta etapa del Bando de la Huerta. La trágica riada de Santa Teresa se llevó también por delante los ánimos de festejar las costumbres huertanas.
Sería en 1900 cuando se recupera con más fuerza la fiesta huertana. El nuevo impulso fue capaz de atraer gentes, no solo de la huerta de Murcia, sino de otras localidades como Cieza, Lorca o Cartagena. Diáz Cassou y Frutos Baeza fueron consagrados panochistas, siendo el segundo el encargado de la organización entonces del desfile, cuyo punto de partida seguía siendo la plaza de San Agustín. En 1914, la Federación Agraria de Levante pasó a tener el control del festejo, eligiendo el Domingo de Resurrección como el día idóneo para el desfile.

Paco Frutos, junto a José y Antonio Zamora, akcanzaron fama dominando la lengua panocha en la década de los años veinte, en los que el Círculo de Bellas Artes, se encargaba de la organización del desfile, que partía en aquella época desde la Plaza de Santo Domingo.
Tras el paréntesis obligatorio de la Guerra Civil, llegan unos años titubeantes para la fiesta del Bando de la Huerta. Aunque en 1942, y gracias al ímpetu de José Alegría por esta fiesta, consigue su reaparición, celebrándose desde 1943 en el Lunes de Pascua. Desde 1944, la Reina de la Huerta desfila con carreta propia. Destacan durante estos años en el arte del Bando Panocho, Pedro Barba y Rafael García Velasco.

En 1968 nace la revista anual “Bando”, que unido a las juntas locales de pedanías creadas por Francisco Galera del Cerro, sentaron las bases definitivas de la fiesta murciana por antonomasia. Nació entonces la Federación de Peñas a finales de 1974, a la vez que se fueron sumando publicaciones periódicas en torno al Bando  como la revista “Aldaba”, “El Murmullo de la Cieca”, o “El Panocho”.
El Bando de la Huerta del siglo XXI supera, sin duda alguna, lo que jamás pudieron imaginar aquellos hombres que 1851 se reunieron en aquella botica de San Antolín. La fiesta, fue declarada de Interés Turístico Internacional en el año 2012. Las Peñas huertanas instalan ventorrillos en casi todos los parques, jardines y plazas de la ciudad, en donde se exhiben sin reparos, la tradición gastronómica y costumbrista de la huerta murciana. 

Decenas de miles de huertanos, abarrotan a una Murcia desbordada desde primeras horas de la mañana, que tras una Misa Huertana ante el Imafronte de la Catedral y la procesión de la Patrona, la Virgen de La Fuensanta por las calles del casco antiguo, se derramarán sobre la ciudad, a la espera del gran desfile de carrozas que mostrará al mundo la riqueza de una huerta que un día fuera inigualable.

Etiquetas: fiestas

Murcia me gusta. Ciudad clara de colores calientes, de piedras tostadas, color de cacahuete tostado. Y notas deliciosas de luz, las calles estrechas y sin aceras, las “veredicas del cielo”, las tiendas de los artesanos, el esparto y la cuerda. Y ahora en el crepúsculo, una luz maravillosa.

Jorge Guillen

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