Que Murcia no es una ciudad cualquiera podría afirmarlo toda aquel que bien la conoce. Hablamos, sin duda, de una ciudad con vida propia. Esa vida que le trasmiten sus gentes, las mismas que desbordan sus murcianas calles como si de verdaderas arterias se tratara. Aunque no pretendemos hablar de anatomía, bien podríamos decir que hablamos de un corazón, o mejor dicho, de uno de los corazones de la ciudad de Murcia: la Plaza de las Flores.

Murcia me gusta. Ciudad clara de colores calientes, de piedras tostadas, color de cacahuete tostado. Y notas deliciosas de luz, las calles estrechas y sin aceras, las “veredicas del cielo”, las tiendas de los artesanos, el esparto y la cuerda. Y ahora en el crepúsculo, una luz maravillosa.

Jorge Guillen

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