• Antonio Jiménez Lacárcel
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Una ruta por Murcia

Un año más, desde LovingMurcia, con la colaboración del grupo Cultura Díaz Bautista, damos cumplimiento a uno de nuestros propósitos, el de dar a conocer nuestro patrimonio, organizando otra Ruta Turística por seis rincones de nuestra hermosa ciudad de Murcia.

Dábamos comienzo la ruta en la Plaza de Santa Eulalia, la misma que heredó su nombre de aquellos pobladores llegados desde tierras aragonesas y catalanas en el siglo XIII. La plaza, en la actualidad, está presidida por el monumento al genial imaginero murciano Francisco Salzillo, labrado en piedra por el escultor Sánchez Araciel e inaugurado en 1899. Además, digna de mención en esta plaza es la fachada barroca de la Iglesia Parroquial de Santa Eulalia, finalizada en 1766, así como su interior decorado con un rococó sencillo en donde se conservan pinturas de arquitectura fingida del pintor milanés Pablo Sístori, así como las tallas de San Blas y la Virgen de la Candelaria atribuidas a Salzillo. Sin abandonar la plaza, también pudimos acceder al Centro de Visitantes de La Muralla, en donde se conservan restos de aquella fortificación que rodeaba la ciudad desde el siglo XI.

Muy cerca de allí, en el antiguo Camino de Orihuela, hoy calle de San Antonio, pudimos detenernos a contemplar la fachada de la Iglesia de lo que fue, no hace mucho tiempo, el Convento de San Antonio. Esta Iglesia se encuentra actualmente desacralizada, convertida en sala para conciertos de música clásica y exposiciones. Su construcción data del siglo XVI, conservando aún la portada de estilo renacentista, con las imágenes en alto-relieve de sus fundadoras, Antonia Mercader y Usenda Rodríguez, y una imagen tallada en piedra de San Antonio.

Apenas a un centenar de metros, alcanzamos la Portada de la Cruz de la Santa Iglesia Catedral de Murcia. Este rincón es una joya del Renacimiento, construida entre los años 1515 y 1521 por el maestro de origen italiano Francisco Florentino. Consta de dos cuerpos, el primero de ellos con un arco rebajado y la cruz del Cabildo en la Clave y otros dos arcos de medio punto. El menor de estos arcos está decorado con seis pares de ángeles, los cuales portan otras seis coronas, las mismas que en aquellos años poseía el escudo de la ciudad. El arco mayor está adornado con tallas de leones y castillos, medallones y efigies de personajes relacionados con la realeza. Completan el primer cuerpo entre pilastras los bustos de San Pedro y San Pablo. El cuerpo superior fue reformado en el siglo XVIII, aunque conserva en su decoración, algunos detalles del anterior.  En el mismo, aparecen en tres paños rectangulares los tres santos de Cartagena; San Fulgencio, San Leandro y San Isidoro. Completa el segundo cuerpo un alto-relieve de la Virgen de la Leche y un coro de ángeles, y como remate, un frontón partido con la réplica de la Cruz que se encuentra en la plaza.

Sin movernos de aquel lugar, pudimos contemplar la grandeza de todo un emblema de la ciudad de Murcia: La Torre de la Catedral. Con sus 98 metros de altura, cinco cuerpos, tres estilos arquitectónicos diferentes, más de veinte mil toneladas de peso, veinticinco campanas de bronce y el archivo catedralicio en su interior, es sin duda, el monumento más grandioso de cuantos alberga la capital del Segura, merecedor, en nuestra opinión, de ser considerado Patrimonio de la Humanidad. Comenzaron las obras de esta monumental torre en el año 1519, las cuales se llegaron a prolongar, por diferentes razones, hasta finales del siglo XVIII.

Tan solo unos pasos en dirección norte y entramos de lleno en una de las calles imprescindibles de una visita a Murcia: la calle Trapería. Los orígenes de esta emblemática calle se remontan al siglo XIII, cuando el rey Alfonso X decidió construirla para separar a la población de diferentes culturas y religiones. De esta manera, los cristianos ocuparían el oeste y los musulmanes el este, aunque finalmente, tras no  llegar a producir el efecto deseado, los musulmanes ocuparía los arrabales y los cristianos el centro de la ciudad. El nombre de la calle procede del asentamiento en la misma de los tratantes de telas que en los días de mercado ocupaban las inmediaciones de la calle. En la actualidad, Trapería es una calle con alma en la que se cruzan a diario miles de murcianos. Poblada de comercios y cafeterías, con algunas edificaciones dignas de mención construidas en los albores del siglo XX, entre las que destaca una joya: el edificio del Real Casino de Murcia.

Para finalizar esta ruta otoñal, nos encontramos al final de la calle Trapería con la emblemática Plaza de Santo Domingo. Situada extramuros de aquella Murcia medieval, hoy forma parte del centro histórico en donde los murcianos y visitantes pueden disfrutar en cualquiera de las muchas terrazas que se reparte en el perímetro de la plaza, o bien quedar a la sombra proyectada por el centenario Ficus de más de 30 metro de altura, sentados en un banco público. La historia de esta plaza comenzó a escribirse en el siglo XIII, cuando la orden de los dominicos, merced al repartimiento de tierras que otorgó Alfonso X, se asentó en la misma. La plaza de Santo Domingo comenzó a gestar su honra cuando en 1411 miles de personas asistieron a las predicaciones de San Vicente Ferrer. Más tarde, llegó a albergar el mercado semanal que, cada jueves, esta ciudad tiene el privilegio de celebrar merced al Rey Sabio. Ya en el siglo XVIII, también hizo las veces de plaza de toros, incluso fue testigo de ejecuciones públicas. Junto a la Iglesia de Santo Domingo se conserva la Capilla del Rosario, la cual está unida al palacio de los Marqueses de Almodóvar por el famoso Arco de Santo Domingo. Otras edificaciones de la Plaza dignas de mención son el colegio público Cierva Peñafiel y la Casa Cerdá, proyectadas ambas por los arquitectos murcianos Pedro Cerdán y José Antonio Rodríguez respectivamente. Terminamos el recorrido visitando en el centro de la plaza el monumento al insigne D. Ricardo Codorníu Starífico , apodado el Apóstol del Árbol, ya que a él se le debe la gran reforestación llevada a cabo en los primeros años del siglo XX en el Parque Regional de Sierra Espuña.

Etiquetas: ruta turística

Murcia me gusta. Ciudad clara de colores calientes, de piedras tostadas, color de cacahuete tostado. Y notas deliciosas de luz, las calles estrechas y sin aceras, las “veredicas del cielo”, las tiendas de los artesanos, el esparto y la cuerda. Y ahora en el crepúsculo, una luz maravillosa.

Jorge Guillen

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