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La Virgen de los Peligros

Una de las devociones con más arraigo entre los habitantes de la ciudad de Murcia y su Huerta es la venerada imagen de la Virgen de los Peligros. Esta sagrada talla se encuentra situada en el templete edificado sobre el estribo derecho del puente al que da nombre: “el Puente de los Peligros”.

Para documentar el origen de esta gran devoción murciana, debemos remitirnos a otra antiquísima imagen mariana a la que ya se le habían atribuido diversas gracias, entre otras, la de haber intercedido en favor del rey Alfonso VI. Aquella imagen, se encontraba en el antiquísimo Monasterio de Sopetrán, de origen visigodo y enclavado en la provincia de Guadalajara. Después de la dominación musulmana la orden Benedictina se había hecho cargo de aquel Monasterio, aunque debido a las continuas guerras, a finales del siglo XVI, quedó bastante deteriorado siendo poco recomendable para el culto a la antigua imagen de la Virgen de Sopetrán. Este hecho llegó a oídos de Alonso Sánchez de Jesús, un murciano afincado en Madrid que oficiaba de barbero, devoto de la Virgen, el cual mostró mucho interés en buscar un lugar adecuado para dignificar el culto de aquella imagen. Una vez que el barbero, que al parecer fue persona muy influyente, pudo mandar a restaurar la talla de la Virgen, ésta permaneció aún unos meses en su propia casa, pero inconforme con la situación, decidió Alonso Sánchez buscar el lugar adecuado para el digno culto de la Santa Imagen. Para ello, contactó con Bernarda Sánchez, una prima suya que se encontraba en el convento de Verónicas en Murcia, para que acogieran la talla de la virgen en su iglesia. La madre abadesa Inés Jiménez decidió aceptar el ofrecimiento y aquella imagen llegó a Murcia en el mes de julio de 1626. 

Una vez que la Virgen de Sopetrán ya se veneraba en el Convento de Verónicas, cuenta don Javier Fuentes y Ponte en su libro España Mariana, que la misma llegaba sin un título conocido:
“que la comunidad vaciló respecto al que debía dársele, y por último lo dejaron a suerte, escribiendo papeletas con varios títulos y advocaciones; tres veces lo hicieron y en todas salió agraciado el título de Nuestra Señora de los Peligros y de Sopetrán.”  

Aquella Virgen de los Peligros pronto adquirió fama en Murcia, a la que comenzaron a atribuirle diversos milagros. Entre otros, el de librar a unas religiosas de Verónicas de morir aplastadas por un muro del convento, el cual había quedado muy maltrecho después de la riada de San Calixto de 1651. También que, merced a su Gracia, hizo caminar a don Alonso Lisón, impedido de ambas piernas. De esta manera, el convento de Verónicas se fue convirtiendo en un centro de peregrinación para los vecinos de Murcia.

Llegado el año de 1701, cuando una riada se llevó el antiguo puente de piedra que unía la ciudad con el partido de San Benito, se construyó de forma provisional un vetusto e inseguro puente de madera. Fue en aquellos años cuando se colocó en el antiguo Torreón de la Inquisición (en el margen izquierdo del río), junto a aquel puente de madera, un cuadro de la Virgen de los Peligros de Sopetrán, a la que los vecinos de Murcia se encomendaban cada vez que debían de cruzar aquel peligroso puente. El propio Toribio Martínez de la Vega, en un informe de 1723, menciona ya el enclave de dicha advocación mariana ante la necesidad de elevar los arcos del puente que él mismo había proyectado. 

Aunque la figura que perpetuaría para siempre la Virgen de los Peligros sería el corregidor de Murcia, D. Antonio Heredia Bazán. En 1741, antes de concluir las interminables obras del puente de piedra, determinó que se le construyese un camarín y se guarneciese, además, la fachada donde iba a ser colocada decorada con pinturas al fresco. Para ejecutar las obras de aquel primitivo oratorio debieron expropiar parte de una de las casas que allí tenía el “Colegio de la Purísima”, y todos los gastos de dichas obras corrieron a expensas del Concejo de Murcia. A finales del siglo XVIII, el edificio del oratorio de la Virgen de los Peligros pasó a ser propiedad privada. Mediante una subasta pública, la cual llegó a alcanzar los 53.125 reales, Joaquín Costa lograría ser el nuevo propietario, pero con la obligación perpetua de mantener en su fachada la imagen de María Santísima de los Peligros. Durante el siglo XIX, tanto el puente como el Oratorio sufrieron importantes restauraciones que modificaron su primitivo aspecto.

La imagen de la Virgen de los Peligros que ocupó aquel camarín el 12 de septiembre de 1742 sería la pintura que ya existía. Con probabilidad, no sería hasta finales del siglo XVIII, cuando aquella pintura fuera sustituida por la actual talla de más de dos metros de altura, en madera policromada y enlienzada, que representa a María ataviada con una túnica de color rosáceo bajo un manto azul, sosteniendo en su brazo izquierdo al Niño. En aquellos festejados días en los que se celebraron en Murcia, tanto el final de las obras del puente, como la colocación en el mismo de la Virgen de los Peligros, el cardenal Molina concedió cien días de indulgencias a cuantos pasajeros rezasen una Salve, aún cuando orasen caminando sin detenerse ante la venerada imagen. 
La estela de aquellas indulgencias, y de otras que más tarde concederían otras jerarquías eclesiásticas, además de esa enorme y antigua devoción del pueblo de Murcia por la Virgen de los Peligros, todavía premmanece visible a diario encima de ese puente tan murciano, nos referimos a ese gesto identificativo cristiano de santiguarse ante la Madre de Dios.
 

Referencias Bibliográficas:
Fuentes y Ponte, Javier. "España mariana".
De la Peña Velasco, Concepción. "El Puente Viejo de Murcia".
Mateo Carnicer, José. "La Virgen de los Peligros".

Etiquetas: historia escultura

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Murcia me gusta. Ciudad clara de colores calientes, de piedras tostadas, color de cacahuete tostado. Y notas deliciosas de luz, las calles estrechas y sin aceras, las “veredicas del cielo”, las tiendas de los artesanos, el esparto y la cuerda. Y ahora en el crepúsculo, una luz maravillosa.

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